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Tus mujeres —comunicativas, bellas, sabias— sostienen con dulzura los hilos del hogar y el saber Tus niños aún juegan con el viento, pisan tierra, trepan árboles, corretean con el chucho, hablan con el río y respiran verde del bosque El Imposible. Pueblo pintoresco, de puertas abiertas, donde el visitante es pariente, y el ajeno se sienta en la mejor silla, a beber shuco o atol de maíz, en la mejor taza, y come la tortilla entre risas y cuentos contados con acento y gestos llenos de gozo y dignidad. Aquí no se vende con precio, porque el valor de las cosas no cabe en billetes, sino en el corazón generoso que da sin medida. Aquí hasta el Don precede al apodo, porque hasta la broma se reviste de respeto. Tu despectivo “pueblo d...